Varios municipios de la zona tienen índices de desarrollo humano similares o más rezagados que los países con mayor atraso en el mundo; más de 100 mil personas sufren “carencia alimentaria”.
Muertes por enfermedades curables. Fallecimientos por desnutrición crónica. Hambruna. Sequías. Heladas. Dispersión. Aislamiento. Miseria y marginación igual o peor que la de los países más atrasados de África. Eso es lo que padecen los rarámuris. Y así, así sobreviven cada día esos indígenas de la sierra Tarahumara de Chihuahua…
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el organismo que cada año mide el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en el mundo, concluyó en octubre de 2010 su Informe sobre Desarrollo Humano de los Pueblos Indígenas en México, realizado a solicitud de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Y ahí, en ese documento, se asienta que hay municipios de la sierra Tarahumara, como Batopilas, ubicado hasta el fondo de las Barrancas del Cobre, que —al momento de hacer el informe, cuando apenas iniciaba la sequía que ya lleva dos años— tenía un Índice de Desarrollo Humano de la Población Indígena (IDH-PI) de 0.310, cifra menor a la del país más atrasado, a la nación con menor desarrollo humano en el mundo en ese momento: Níger (África), que tenía un IDH de 0.330.
Es decir, que las condiciones de vida de los indígenas rarámuris eran peores que las de todos los países del mundo.
En el más reciente Índice de Desarrollo Municipal en México disponible, Batopilas aparece en el penúltimo lugar, sólo detrás de Cochoapa El Grande, en Guerrero. También tiene el peor lugar en salud.
En el mismo documento de la PNUD se enlistan los 20 municipios de población indígena más subdesarrollados en México: en primer lugar, como el peor, está el referido Batopilas. Le siguen Carichí, Morelos, Balleza, Urique y Uruachi, todos ubicados en la Tarahumara. Sus índices de atraso son similares a los de las naciones más subdesarrolladas en África, del 0.310 de Batopilas al 0.450 de Uruachi, lo cual ubicaba a este último municipio en el nivel de Gambia, en el lugar 168 en un mundo de 182 países enlistados.
La terrible dispersión provoca, entre otros factores, la marginación de los indígenas…
De acuerdo a un documento de la Coordinación Estatal de la Tarahumara del gobierno de Chihuahua, son 23 los municipios que integran la región serrana. La zona está dividida en la Alta Tarahumara, con 14 municipios, donde predominan áreas boscosas y se concentra 76 por ciento de la población, y la Baja Tarahumara, la más marginada, que tiene nueve municipios y 24 por ciento de la población, la cual reside fundamentalmente en barrancas.
Ahí, en esas dos zonas, viven alrededor de 120 mil indígenas, de los cuales 90 por ciento son tarahumaras o rarámuris, 8 por ciento tepehuanos u odami, 1 por ciento guarojíos o makurawe, y el 1 por ciento restante pertenecen al pueblo pima, u o’oba.
En la región hay 6 mil 998 localidades (54 por ciento del total estatal), que presentan una elevada dispersión poblacional: 86 por ciento de esas localidades tiene menos de 50 habitantes, ubicados en “lo más intrincado de la complicada geografía serrana”. Ello hace “más lenta la integración de las comunidades al desarrollo económico y social”.
El grado de marginación de esos municipios es “muy alto” y “alto”, con la excepción de tres, que tienen un grado de marginación “medio (El Tule, Rosario y San Francisco Borja)”, y cuatro con grado de marginación “bajo (Guerrero, Madera, Matachí y Cusihuirichi)”.
Es decir, 16 de los 23 municipios tienen grados de marginación “alto” y “muy alto”. Por ello, se asienta en el documento, 95 por ciento de las iviendas indígenas no cuentan con energía eléctrica y 99 por ciento no tiene drenaje.
Los peores en rezago social indígena. Así están los tarahumaras…
La CDI ha desarrollado dos elementos para medir la marginación y miseria de los indígenas: el Índice y el Grado de Rezago Social de los Pueblos Indígenas por Región. Se trata de 25 regiones. La Tarahumara ocupa… el peor sitio, el primer lugar, con un grado de atraso “muy alto”.
Tiene también el primer lugar en rezago educativo y en infraestructura social básica. En cuanto al rezago en las condiciones de vivienda, está en el tercer peor lugar. En relación a los bienes en la vivienda, ocupa el segundo peor lugar.
La pobreza y el hambre también tienen dígitos que ilustran la postración de los rarámuris…
Todos los municipios de la Tarahumara sufren pobreza. Y hambre. Entre los más afectados por la miseria, de acuerdo a las medición municipal de la pobreza 2010 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), están: 1. Batopilas, con nueve de cada diez habitantes en pobreza: 91.1 por ciento, y cinco de cada diez, 55.4 por ciento, en pobreza extrema. 2. Morelos, con nueve de cada diez pobladores: 90.4 por ciento, y 60.5 por ciento en pobreza extrema. 3. Guadalupe y Calvo, con al menos ocho de cada diez en pobreza: 89.8 por ciento, y 47.1 por ciento en pobreza extrema. 4. Uruachi, con 89.7 por ciento, y 45.8 por ciento en pobreza extrema. 5. Maguarichi, con 89 por ciento, y cuatro de cada diez (47 por ciento) en pobreza extrema.
Entre los municipios con el peor indicador de “carencia social” referente al “acceso a la alimentación”, es decir, con pobladores que tienen hambre, que padecen hambruna, los municipios más afectados son estos: Guachochi, donde seis de cada diez habitantes padecen hambre: 60.7 por ciento; Balleza, 40.6 por ciento; Carichí, 39.5 por ciento; Guadalupe y Calvo, 36.3 por ciento, y Bocoyna, con 33.4 por ciento.
En total, según los datos del Coneval, son 104 mil 234 personas en la sierra Tarahumara que entre sus carencias sociales está la del acceso a la alimentación.
Que el creador del programa Solidaridad en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, permaneció durante el sexenio de Ernesto Zedillo. Antes, inició su carrera como funcionario en el Instituto Nacional Indigenista. Conoce bien la Tarahumara. Y por eso, el ex senador priista Carlos Rojas analiza el problema y advierte:
“Si no cambian las cosas, los tarahumaras están condenados a la extinción”, indicó.
El ingeniero por la UNAM fustiga la explotación minera de la zona tarahumara a manos de la familia Baillères (Grupo Bal, que controla Peñoles) y empresas canadienses, así como la devastación forestal en la región de la familia de Eloy Vallinas (Grupo Chihuahua), ambas causas del severo deterioro de la zona, según afirma.
—Si no cambian las cosas, ¿están condenados a la miseria, a la hambruna permanente, a la muerte prematura?
—Y otra parte a la migración, y otra más a la extinción…
—¿Están condenados a la extinción?
—Sí. Si no hay una respuesta diferente, sí… Están en un proceso de deterioro muy alto.
—Se dice que es imposible que se desarrollen por la dispersión que tienen y que, por lo tanto, lo pertinente es que vivan en zonas más cercanas: crear reservas o pueblos productivos, ¿qué piensas?
—¿Tú crees que una opción de ese tipo no la estimularon los jesuitas durante 300 años? ¿Los mismos gobernadores el siglo pasado? Por supuesto que sí. No se pudo. No quisieron. Y no van a querer. Nunca…
—Pase lo que pase…
—Sí. Yo creo que sí… Y esperemos que no “pase lo que pase”… Esperemos que pase otra cosa… Que haya proyectos productivos para que se desarrollen y que se les dote de energía solar y mecanismos para aprovechar el agua de lluvia.
Es antropólogo social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Su tesis profesional fue:“Tarahumaras: capitalismo y organización social”. Ahora trabaja en la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI). Es Francisco Javier Noriega Arjona, un especialista en los tarahumaras.
“Los tarahumaras están en riesgo de desaparecer como cultura, muriendo día con día”.
—Pareciera que los tarahumaras están condenados a subsistir de ayudas de emergencia…
—El pueblo rarámuri no es un pueblo campesino comparable con los pueblos indígenas del centro y del sur del país. Nunca fue un pueblo campesino que generara excedentes que permitieran desarrollos culturales como las culturas de las pirámides. No alcanzaron esa evolución, son un pueblo en parte campesino, pero también en parte cazador, recolector, nómada. De origen su economía está mucho más cercana a la naturaleza. Dependen más de los vaivenes de la naturaleza. La sierra tiene 100 años, desde la época del porfiriato, en donde la madera, los árboles, el bosque, es cortado, es vendido. La sierra tiene un problema de deterioro ambiental que se ha venido acumulando.
—Si no cambian las cosas, están condenados a la extinción…
—Se requiere una acción a largo plazo de reconformación del medio ambiente. Hay que reforestar, no en la dinámica occidental, de que vamos a sembrar bosque para cortar más madera. Hay que recomponer ese bosque, hay que restructurar el suelo, y hay que restructurar mucho la base alimentaria del pueblo.