Queda grano para un mes; el Director de la Fundación Tarahumara asegura que el hambre será peor; `hace dos años los niños murieron por no comer y debido a la lejanía de los hospitales`, advierte
CREEL, CHIHUAHUA.- En la Sierra Tarahumara los acantilados que coronan frondosos bosques, base del negocio rentable del turismo escénico, esconden una de las peores crisis alimentarias en 80 años.
Esa emergencia, a decir de Luis Octavio Híjar, director de la Fundación Tarahumara José A. Llaguno, será más crítica después de febrero, cuando se agoten las reservas de granos, que hoy ya escasean.
La falta de comida en las comunidades es cíclica y se veía venir, derivada de la sequía que afectó los cultivos hasta en un 40 por ciento, los hizo escasos en la mayor parte de la sierra y en otras partes, nulos.
Isela González, directora de Alianza Sierra Madre, señala que además del clima, en la Tarahumara en los últimos años ha crecido la deforestación con la consecuente reducción de los recursos hídricos y cambios en los usos de suelo que los han degradado.
“Este año no alcanzó ni para la subsistencia y menos para la alimentación de los animales, además las heladas mataron las plantas comestibles y las medicinales”.
Los efectos apenas empiezan a mostrarse: seis muertes por desnutrición comprobadas, un aumento de hasta 100 por ciento en la atención de casos de desnutrición infantil en hospitales como Santa Teresita en Creel, y la denuncia de más de 50 suicidios por la desesperación y la enfermedad.
Si esas son las primeras consecuencias, Híjar, cuya organización tiene 20 años de labor en la zona, teme que pasando febrero sean catastróficas. Por eso “esperamos que la ayuda llegue de forma constante y así podamos proveer durante todo el tiempo que la comunidad necesite alimentos y hasta que vuelvan a levantar su pizca en noviembre”.
Hace dos años, en esos mismos meses, marzo y posteriores, recuerda, niños murieron por no comer, y en eso también influyó la lejanía de los hospitales.
Víctor Martínez, de la Alianza Sierra Madre, considera que el problema de la crisis alimentaria podría prolongarse, porque la nieve y la lluvia humedecen la tierra para las siembras del año entrante “y ahorita hemos visto que ya tampoco hay tanta nieve”.
EL PALIATIVO. En la más reciente reunión de las organizaciones civiles que trabajan en la zona con el gobierno se acordó que a partir del 11 de enero iniciará un programa para atender la emergencia, que consistirá en la entrega de 18 toneladas de maíz y 8 de frijol, a expensas de la Fundación del Empresariado Chihuahuense que invertirá 60 millones de pesos.
Sin embargo, enterados de las iniciativas que han surgido en las principales ciudades del país para realizar el acopio de víveres, González, cuya asociación trabaja desde los años 90 en la zona sur de la Sierra Tarahumara, advierte que el problema puede ser el transporte, ya que hay poblados a más de 12 horas de distancia de la capital.
CRISIS HISTÓRICA. Pese a que los reflectores se encuentran actualmente sobre este lugar por la emergencia alimentaria, los rarámuri, los pimas, los guarojío y los tepehuanes, que viven en los 63 mil kilómetros cuadrados, son indígenas que históricamente han vivido en la miseria y el olvido.
Aunque mantienen una cohesión basada en sus creencias, costumbres y organización política, viven dispersos en 21 municipios de alta y muy alta marginación. Esta situación, afirma Isela González, les impide beneficiarse de programas como Oportunidades, que atiende educación y salud; las mujeres no pueden llevar a sus hijos a la escuela porque no hay, ni asistir a pláticas sobre salud, pues tendrían que caminar horas para llegar hasta donde éstas se imparten.
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