martes, 8 de noviembre de 2011

Excluidos por el sistema, es sorprendente que jóvenes no exijan derechos: expertos


Enfrentan coctel explosivo de violencia y falta de movilidad social basada en la educación y el empleo, sostienen.
El Estado mexicano abdicó de su obligación de formar ciudadanos responsables, señalan.

8 Noviembre 2011.- Ante la ausencia de un horizonte de futuro y el colapso de un sistema que les niega la movilidad social mediante la educación y el empleo, los jóvenes en México enfrentan un coctel explosivo. Politólogos, filósofos, sociólogos y sicólogos advierten que lo sorprendente no es que incurran en alternativas que los lleven a la violencia, sino que no hayan salido a las calles a exigir su derecho a tener un porvenir.
A las difíciles condiciones de inseguridad, afirman, se suma una debacle moral de la sociedad, así como de un sistema educativo que no les da condiciones para construir un pensamiento crítico que los ayude a afrontar el clima de violencia, pobreza, explotación laboral e injusticia social que padecen.
Guillermo Hurtado, director del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), subraya que la escuela no sólo es el sitio donde se deben aprender español y matemáticas. Una de sus tareas centrales es formar ciudadanos éticos, participativos y democráticos, apunta.
Admite que ese objetivo no ha sido apoyado ni exigido por la sociedad hemos dejado de demandar al Estado que la educación cumpla con uno de sus fines prioritarios: formar el tipo de ciudadano que queremos para el país que deseamos construir.
Luego de que la Encuesta Nacional de Cultura Constitucional 2011, elaborada por Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, revelara que los jóvenes de 15 a 19 años son quienes más se inclinan a favor de la tortura para interrogar a presuntos delincuentes y de aplicar la pena de muerte, alerta que renunciar a una escuela formadora de ciudanía, expulsando las disciplinas filosóficas de las aulas, puede ser extremadamente peligroso.
En un contexto de creciente violencia social, que afecta a los jóvenes como víctimas y agresores, afirma que es necesaria una profunda reforma moral de la sociedad, donde la escuela debe tener un papel central.
Hurtado, autor del libro México sin sentido, reconoció que el escenario social que enfrentan los jóvenes es oscuro.
Están apáticos, casi deprimidos. Hay un desánimo muy grande, una falta de idealismo, de sueños; incluso podemos decir que cierto cinismo flota en el ambiente, aunque esto no sólo está presente en México, sino en todo el mundo.
El país, afirma, sólo se podrá salvar si nosotros cambiamos, pues hemos perdido el sentido de nuestra existencia colectiva. Es decir, nos falta cohesión, dirección y confianza como nación.
Telésforo Nava, politólogo y experto en movimientos sociales, asegura que cuando una sociedad ve peligrar sus equilibrios básicos y cuando las tensiones sociales se agudizan por el desempleo, la falta de acceso a la salud y a una vivienda digna, nos volvemos más conservadores y podemos optar por posiciones contrarias a los derechos básicos.
Las viejas utopías, agrega, se han perdido, porque no responden a los ideales de las nuevas generaciones, pero tampoco se han construido otras. Los jóvenes enfrentan condiciones no sólo de violencia, sino de una falta de perspectivas de futuro, porque si concluyen su formación universitaria, incluso un doctorado, nada les garantiza que habrá un empleo para ellos.
Manuel Gil Antón, catedrático de El Colegio de México y experto en sociología de la educación, subraya que las luchas de los años 60 del siglo pasado buscaban crear un mundo más justo, solidario y libre. Ahora los jóvenes en Europa y Medio Oriente marchan para no ser expulsados de su derecho a empleo, educación, salud y vivienda. No es que sean anti sistema, es que el propio sistema los excluyó.
En materia educativa, advierte, la debacle del sistema se inició hace décadas, pero en los 12 años de gobiernos panistas el Estado mexicano simplemente abdicó de su responsabilidad de formar ciudadanos responsables.
Se conformaron, explica, con evaluar capacidades memorísticas y no reflexivas. A la larga, el resultado es la ausencia de un pensamiento crítico en los jóvenes y, en parte, esto explica por qué pueden apoyar causas como la pena de muerte, la prisión perpetua y limitar su libertad por una seguridad precaria y limitada.
Mundo virtual y violencia
Hurtado destaca que la debacle moral de la sociedad mexicana no sólo es resultado de un capitalismo voraz, sino también de la modificación de nuestro entorno.
Es la forma en que vivimos en las grandes ciudades, cómo distribuimos nuestro tiempo, pero además la creciente dependencia de la tecnología, y en los jóvenes esto es muy evidente: viven en un mundo de virtualidades, de fantasías.
Una de ellas, agrega, son los videojuegos, en los cuales la violencia puede ser extrema. Se apela a la capacidad que tenemos de ser crueles y agresivos, lo cual, afirma, es parte de nuestra naturaleza, pero también debemos aprender a ser tolerantes y solidarios; quizá por eso la reflexión filosófica es tan importante. Nos hace patente este frágil equilibrio entre paz y violencia.
Para Óscar Galicia Castillo, profesor del departamento de sicología de la Universidad Iberoamericana (Uia) y experto en neurociencias de la conducta, la violencia puede ser no sólo resultado de un grave desajuste del entorno social, sino también de complejos procesos cerebrales, que no son iguales en hombres y mujeres ni en adultos y jóvenes.
Las regulación de nuestras emociones, la toma racional de decisiones y la elaboración de proyecciones de futuro ocurren, señala, en la corteza pre frontal, considerada la más avanzada de nuestro cerebro, pero con la cual no nos conectamos hasta después de nacer. Es un proceso que se prolonga hasta los 20 a 21 años de edad.
Explica que se trata de la zona cerebral con la que aprendemos las reglas sociales, creamos estrategias y prevemos conductas. En ella nace la empatía; allí tomamos las decisiones que influyen en nuestro comportamiento ético y moral.
Galicia Castillo, jefe del laboratorio de investigaciones en neurociencias de la Uia, advierte que estar expuestos a condiciones extremas de violencia, a estrés constante, temor, angustia y zozobra, puede llevar a los sectores juveniles a asumir decisiones no siempre reflexivas, por lo que pueden asumir posiciones más radicales.
Los jóvenes, sobre todo los menores de 20 años, aún están en un proceso de aprendizaje para controlar su emotividad, y suele ser más complejo para ellos proyectar las consecuencias de sus actos a futuro.
Si continúa en los jóvenes el estado de creciente ansiedad, temor, violencia e inseguridad, estas pautas de conducta orientadas a posiciones más violentas pueden ser permanentes, pues el cerebro también aprende a responder ante entornos agresivos, asevera.

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